domingo

India. Lo que duele ver: entrando a Delhi.

Mira bien al caminar... Estación de trenes de Varanasi.


Caminas y a la vez quieres mirar, que no es lo mismo que caminar y solamente ver. Unos pocos pasos y te das cuenta que si quieres caminar sin sorpresas ni accidentes, debes mirar el suelo. Sobre ese suelo lo encuentras todo. El suelo roto, y si es de tierra, poceado. Las vacas echadas, esqueléticas -comen periódicos, y cuando no están echadas debes tener cuidado porque si les pasas muy cerca, acercándote desde atrás, algunas reaccionan un poco "agresivas"- perros sarnosos, alguien sin piernas rodando sobre una tabla de madera con cuatro ruedas, excrementos, pequeños puentes sobre las canilizaciones pensados para las épocas del monsón...

Mira hacia abajo... En Varanasi.

Mira hacia los lados... En Varanasi.


Vas tratando de sortear todo y, si eres rápido, te dará tiempo para mirar un poco más arriba y admirar algún objeto o edificio que te ha llamado la atención. Si puedes, al pasar cerca de un autobús -y no te olvides que se conduce y camina por la izquierda!- o mejor dicho cuando éste te pase por al lado, mira más arriba y apura el paso tratando de esquivar los escupitazos. Escupir es endémico, y en India está prohibido hacerlo en lugares públicos. Y cómo se le prohíbe escupir a millones de habitantes?

Si las vacas aprendieran a caminar por la izquierda...
En Agra.



Tanto mirar al suelo, de pronto te das cuenta de los pies. La mayoría con sandalias, algunos descalzos. Pies sucios, todos. La tierra parece estar dentro de la piel (recuerdo que una vez vuelta a casa de mi viaje, necesité de unos cuatro días para que mis pies quedaran limpios; los dejaba en agua, los enjabonaba, los cepillaba hasta tres veces al día y seguían sucios, con esa tierra como pegada a la piel).
Mientras tanto en cualquier ciudad en India sigues caminando y mirando primero el suelo, te haces una visión para los próximos 5 o 6 metros y desvías la mirada sin cortar el paso. Si tuviste suerte nadie vino a tu alcance a venderte ni pedirte nada, ni siquiera a preguntarte de dónde vienes. Cuando quieras tomar una fotografía, asegúrate de estar parado en un lugar seguro mirando un poco a tu alrededor para calcular que nadie te pasará por encima.

Muy de mañana en Jaipur, cuando todavía las calles están semivacías. Aún así, mira el suelo al caminar...



Camina con cuidado porque, siempre mirando al suelo, te encontrarás con un pequeño mercado local donde las vendedoras y su mercadería están ahí donde menos los esperabas, junto a una cabra echada -estará a la venta?-. O un Sadhu, un hombre santo, sentado en clásica posición de yoga.

Mercado improvisado en Jodhpur.



En cada ciudad, en cada pueblo, en cada esquina y en todo rincón encuentras algo en el suelo, algo que se supone no debería estar ahí -o al menos no en el país donde tu vives-.
Para poder admirar el lugar donde estás, súbete a un rickshaw, a pedales o a motor, no te olvides taparte la boca con un pañuelo por la alta contaminación y disfruta, finalmente, de lo que tienes delante de tus ojos.
Ver eso que no quieres y mirar porque no lo puedes creer... Llegando a Delhi en tren, ciudad de unos 14 millones de habitantes registrados, o 16 millones, más unos 2 millones sin registrar -nadie lo sabe con seguridad-, la entrada a la ciudad la recorre el tren lentamente, muy lentamente. A los costados de las vías, alejadas unos pocos metros, cientos de viviendas de ladrillos de no más de 2 metros por 2, una entrada sin puerta, una cortina o cartón en su lugar. Y el ritual de la mañana: los habitantes de esas viviendas, en cuclillas y de espaldas a los trenes, defecando unos a pocos metros de los otros. Hombres, mujeres, niños. Están ahí, los ves medio desnudos, ves lo que están haciendo. Unos 20 minutos dura la entrada a Delhi a muy baja velocidad, y a la derecha o a la izquierda, no tienes otra visión. No apta para estómagos delicados. Si por un instante te preguntas el por qué: no tienen otro lugar dónde hacerlo, no hay agua potable ni sanitarios. Esas viviendas de ladrillos encimados son su única poseción.

No permitas que los hermosos colores del Rajasthan te distraigan; aquí en Pushkar, mira el suelo y a los lados.

sábado

India: lo que no te cuentan los libros ni la Wiki/ Parte 2: las buenas intenciones.

No se si se podrían llamar exactamente buenas intenciones, pero sí pequeños gestos que me hicieron pasar buenos momentos y que por eso mismo guardan un lugar especial en mi memoria. En cualquier otro lugar del mundo estas cosas hubieran pasado desapercibidas, o tal vez no las hubiera tenido en cuenta si no hubiese conocido también el "lado malo".

La otra cara de la India: New Delhi.


En mi entrada "Mumbai, la puerta de India", conté como en mi primer día en el país una familia me fotografiaba y después unos jóvenes querían fotografiarse conmigo. No hubo un solo día que no me sucediera lo mismo. Uno, dos y más veces al día encontraba gente que me pedía salir en sus fotos. Nunca he tenido tantos niños sentados en mi regazo ni bebés en los brazos -la mayoría llorando a los gritos por estar con una completa desconocida, aunque más no fuera que por el momento de la foto en sí-. Mi compañero de viaje llegó a proponer cobrar un precio por cada foto que me tomaran, en el caso de que nos faltara dinero (tenlo en cuanta si vas a India, nunca se sabe)...

Yo, como objeto de atención. En Puschkar, nov. 2000.


En Delhi, ya sola, visité el Raj Ghat, mausoleo del Mahatma Gandhi. El lugar es enorme, con jardines muy cuidados y de un aspecto tan agradable que me pareció una isla de paz en una ciudad de millones de habitantes. No llevaba más de 5 minutos en el lugar cuando un hombre me preguntó de dónde era. Dije Argentina y ahí mismo me "presentó" al resto de sus familiares: veinticinco en total, unos diez niños en el grupo. Eran turistas del Punjab, los hombres con turbantes negros, muy altos y de contextura grande en comparación con el resto de habitantes de India -cuanto más al sur más bajos y más oscuros de piel-. Gran parte de la visita estuve cruzándome con ellos, me saludaban y sonreían cada vez, gritaban "hello, argentina" cuando me veían desde otra punta del complejo, hasta que se les ocurrió la sesión fotográfica, que acepté con gusto. Primero pidieron a otro turista una foto grupal, con tres o cuatro cámaras. Le siguió una con los niños y yo sentada en medio. Otra solo de mujeres y la última me tocó con todos los señores... Para todo esto del otro lado de las cámaras o detrás de los "fotógrafos" se había acumulado público, como si yo fuera un famoso personaje y todos querían ver de quién se trataba... La verdad, que la pasé de maravillas. Además de simpáticos y amables, eran gentes con cultura y educación.

El mausoleo del Mahatma Gandhi en el viejo Delhi. La plataforma de mármol negro recuerda el lugar donde fué incinerado.

El Raj Ghat, monumento erigido al Mahatma Gandhi. 


No se por qué esa especie de fascinación por el turista extranjero, cosa que no me molestó en ningún momento. La última tarde en Jodhpur un hombre nos invitó a la boda de su hermano, entusiasmado con la idea de "el mejor regalo para él y su futura esposa sería tener invitados extranjeros en los festejos, que comienzan mañana". Lamentablemente dejábamos esa misma noche la ciudad, porque hubieses sido una oportunidad única y una experiencia inolvidable...

Una boda hindú en Mandore, el novio en primer plano.

La novia, de velo rosa.




domingo

India: lo que no te cuentan los libros ni la Wiki/ Parte 1: dinero y otras cosas.

Los colores, los olores, los ruidos, los animales sueltos, los mutilados, los parias, las calles y rutas rotas, el polvo, la suciedad, la pobreza, las prostitutas, los niños pedigüeños, el estado de los edificios, de los medios de transporte, la gente que te quiere tomar por tonto... Imagínate todo junto a soportar en unos pocos minutos. Es más fuerte todo eso que la voluntad que quieras poner de tu parte para ver todo color de rosa.
Voy a empezar por esa gente que quiere sacar partido de ti como "rico extranjero", o nada más que por extranjero. Fue una de las cosas que más me molestó de India. Independiente de la clase social de la persona en sí, o de la edad, jamás entenderé esa especie de afán de burlarse del otro. Cosas que molestan y que te hace imposible disfrutar un lugar a pleno. Hay pobreza y hambre, pero eso no justifica ciertas actitudes.

Seguro has visto, como yo, alguna película o documental referido a las mafias indias que mutilan a niños para después obligarlos a pedir, causando lástima y compasión en su estado. Los niños piden. "Five rupees", "one rupee" (5 rupias, 1 rupia, la moneda local). He visto muy pocos niños mutilados, pero sí niños con adultos ocultos en alguna esquina a la espera de su "pesca". El niño pide, grita, chilla, te persigue sin despegársete y te toca y, al instante de haberlo hecho, te dice burlón "don't touch me!", antes de que lo digas tú. Si hay algo de inglés que debes saber en ese país, es la frase "no me toques!". La vas a tener que repetir muchas veces al día. Igualmente los niños te seguirán hasta donde ya no puedan entrar, o sea un hotel, un taxi, un restaurant, un negocio. De todas formas esperarán a que salgas y volverán con las mismas palabras de pedido. Y sabes que si les das su rupia, ellos correrán a dársela a esa persona que los ha enviado a pedir y en un par de minutos lo tendrás otra vez a tu lado con el mismo pedido. Recuerdo especialmente una vez que nos persiguió un chiquito por toda una ciudad pidiéndonos bananas que teníamos en una bolsa de plástico. Sabiendo que no se las iría a comer sino a llevársela como parte de un botín, al entrar a una tienda de telas preguntamos al dueño qué podíamos hacer. Y él tuvo la idea: lo invitó a entrar y diciéndole que le daríamos los plátanos si se los comía ahí mismo. Y así hizo.

Los niños no solo piden, a veces son realmente molestos y hasta peligrosos. En un paseo por el desierto cerca de Jaisalmer y al bajarnos de los camellos, nos rodearon unos cuantos con una gaseosa para vender en una mano, en la otra un destapador de botellas. La pregunta concreta y precisa era: "Yes, sir?, yes, madam?". No bastaban las negativas con palabras, ni gestos ni miradas furiosas. Un único descuido de mi amigo y uno de ellos abrió una gaseosa, pretendiendo a los gritos que la pagáramos. El resto se sumó a las protestas en un tono realmente agresivo. Desistieron cuando otro turista, alertado por los gritos del chico, amenazó con llamar a la policía. Cosas así son las que no te dejan disfrutar del viaje y de la amabilidad y simpatía de otros indios, que también es de destacar.

Subida a un camello en las Dunas Sam y el chico del escándalo.


Sabiendo que las bananas/plátanos abundan en India y es una de las llamadas frutas "seguras" porque la debes pelar obligatoriamente, comprábamos cada vez dos para comer en el momento y no tener que cargarlas (las naranjas, por ejemplo, puede ser peligroso porque a veces para aumentarles el peso las inyectan con agua). El precio es un ejemplo porque no recuerdo cuánto era exactamente, digamos las dos bananas por 10 rupias. Llevábamos ya unos días en el país, cuando un chico que nos hacía de guía se ofreció a comprarlas por nosotros -para no tener que bajarnos de su rickshaw-. Compró un kilo y le preguntamos cuánto había pagado: "3 rupias, el kilo cuesta igual en todos lados". Oh!

Venta de fruta en una calle de Jaipur.


Al tratar de comprar una mañana el Indian Times -periódico-, nos pedía el vendedor 4Rs (rupias) por él. El precio impreso era de 1,50R. Mi compañero señalaba el precio y no se cansaba de repetirlo, con la misma insistencia el otro le pedía las 4 rupias. Lo solucionamos tomando el periódico y dejándole una rupia con 50, a pesar de las protestas.

En la última ciudad que estuvimos, Delhi, compartimos durante dos días habitación, los tres siguientes me quedé sola porque mi compañero ya había vuelto a Canadá. Cuando se fue, pagó también por adelantado las tres noches demás que me quedaría yo. Pero el día que me tocaba irme, el empleado me hizo pagar el impuesto por esos cinco días porque, según su versión, eso no había sido pagado. Comencé a discutir con él, sospechando que no era cierto lo que decía, hasta el momento que llegó el taxista que me llevaría al aeropuerto y me dí cuenta que no me dejaría ir si no le daba lo que me pedía. Pocos días después pregunté a mi amigo y si, el impuesto había sido pagado...

Hotel donde me hicieron pagar dos veces un mismo impuesto (en noviembre de 2000). No recomendable. Sorry, pero lo malo también hay que darlo a conocer...


Pero esto es lo que colmó mis nervios: en el aeropuerto de Delhi, en la oficina del correo postal, quise enviar las tarjetas postales que había juntado y escrito durante el viaje: dos a Europa, siete a Sudamérica. Me dió los sellos, cada postal llevaría dos, uno por 3Rs y otro por 10Rs. Le pagué y el hombre, muy amablemente, dijo que él los pegaría. Lo ví hacerlo, nos separaba un escritorio. Cuando las dejó en un estante detrás suyo junto con otras cartas y postales. Las postales llegaron, si, y en muy poco tiempo. Cuando ya en Múnich visité a una amiga, ella me comentó "ayer llegó tu postal". Quise verla por curiosidad, no me acordaba cuál le había enviado. La postal tenía dos sellos, uno de 3Rs y otro de 5Rs! Con el tiempo fuí preguntando a cada persona que le había enviado una y en todas era igual, dos sellos por 8Rs cuando el hombre me había hecho pagar 13Rs por cada una...
La pregunta es: qué es lo que lleva, en este caso a un empleado del correo postal, a quedarse con dinero que no le corresponde de una manera tan engañosa? El falso orgullo de haber tomado por tonta a una turista? Por qué se comportan así?

Estos y otros tantos pequeños comportamientos son los que no te permiten hablar muy bien del país. Claro que también está la parte agradable de estos relatos,  te la cuento en otra entrada...

sábado

Viajando por India en tren.

Paciencia, en primer lugar. Y nervios de acero. Y tiempo! Es lo que necesitas para comprar un billete de tren en India, y si en algunos casos el personal del hotel es el que se puede encargar de comprarlos por ti, necesitarás igual poner mucho de tu parte al momento de subir a un tren. Hoy en día los puedes comprar por internet y hasta por celular con un simple SMS, pero viajando por libre es cuando normalmente decides el mismo día o como mucho un par de días antes la próxima ciudad a visitar. En el año 2000 la manera más común de hacerte de un billete era presentarte personalmente en una de las atestadas estaciones de trenes. Llegar, hacerte un lugar y tratar de descubrir cuál es la fila que te corresponde...

Opciones al comprar un billete.
Primera, segunda y tercera clase es lo que encuentras en la mayoría de los trenes del país. Con o sin aire acondicionado, con ventiladores o sin ellos, las ventanas rigurosamente enrejadas, los portaequipajes algunos de soga, otros de madera -usados normalmente como litera por los indios-.
Es importante que seas poseedor de un billete y no lo utilices en una clase superior a la que te corresponde. Puedes bajar la categoría, llegado el momento. Si tienes uno de 2da. clase y no consigues litera, puedes viajar sentado o compartir una litera con una o más personas, todas con el mismo billete en la mano y dispuestos a viajar de cualquier modo. Como conté en "Viajar por libre en autobús", si no tienes una plaza numerada, deberás optar por compartir un pequeño espacio en un asiento. Ningún indio se opondrá a esto...
La opción de compartir asiento o litera con un desconocido no estaba seguramente en tus planes, pero al tratar de conseguir un billete te has encontrado con esto:
1) la opción TATKAL, billetes que salen a la venta dos días antes y a partir de las 8 de la mañana -puede que a las 8:15 ya no quede nada-. Hay pocas plazas y por consiguiente, difíciles de conseguir. Se obtienen solo en las estaciones.
2) la WL o Wait List, lista de espera. Tu nombre está escrito en una lista y, si la gente va cancelando sus reservas, tu nombre irá "subiendo" hasta llegar a los primeros puestos. Con un billete WL puedes subir a un tren sin garantía de obtener una plaza, y entonces tu billete será ya un
3) RAC, Reservation Agains Cancellation, por lo que tendrás una plaza probablemente compartida. O no, si es tu día de suerte. Esto lo puedes comprobar en la estación antes de subirte o en los tablones del mismo tren.

Tipos de asientos y compartimentos.
El tipo de billete lo eliges tu, siempre y cuando encuentres la categoría que quieras o debes comenzar a bajar tus pretensiones si lo que quieres es, finalmente, viajar en fecha y hora (como me ha pasado).
1)AC, 1A, primera clase con aire acondicionado, compartimentos para 2 o 4 personas, cerrados, con ropa de cama y enchufes. Ni pienses en encontrar los compartimentos europeos, nada más lejos!
2)AC, 2A Tier (probada), cuatro literas enfrentadas -dos arriba, dos abajo-,  más dos al otro lado del pasillo, paralelas a las ventanas, una arriba, otra abajo. Ropa de cama, abiertas al pasillo pero con cortinitas.
3)AC, 3A Tier, igual que las anteriores pero con 3 literas enfrentadas, por lo que las del medio se mantienen cerradas o plegadas durante el día, o no puedes sentarte. Como en las dos anteriores, te dan almohada y sábanas.
4)Sleeper class (probada), seis literas enfrentadas -tres y tres- más las dos al otro lado del pasillo, con ventiladores en el techo.
5)AC Chair Car, CC(probada), hileras de bancos de tres y dos asientos separadas por un pasillo.
6) Second Sitting 2S (probada!), las plazas son con o sin reserva, dependiendo del tipo de tren. Con bancos de madera (probados) y otros acolchados.
Excepto en la AC 1A, que cada dos compartimentos hay un baño, las restantes categorías tienen su baño a los extremos de cada vagón, muy a menudo esos agujeros en el suelo con plataformas para apoyar los pies. No tardas mucho en comprender que en realidad ese tipo de toilettes son mucho más higiénicos que aquellos que tienen inodoros. Los hemos visto también en baños públicos y en algún hotelito de muy baja categoría. Debo decir la verdad, y es que no he encontrado toilettes demasiado sucios en el país. Los he visto peores...

Sleeper Class, en el tren de Jodhpur a Jaisalmer.

AC 2A Tier, en el tren de Varanasi a Agra.



Hacerte de un billete de tren.
El sistema de sacar un billete de tren en la estación misma te costará entenderlo, no importa cuántas veces lo repitas. Debería ser siempre igual pero las reglas a aplicar dependerán realmente de la persona que te toque en suerte en el mostrador de venta. O mucho antes: de quien tengas delante en la cola para comprarlo.
Una ventanilla para mujeres, otra para las familias o mixta, otra para discapacitados y otra para extranjeros. Cada extranjero, indudablemente, en la fila para extranjeros, junto con hombres, mujeres y hasta discapacitados locales... Cómo decir a una persona que está en su país que la fila es sólo para extranjeros, que debería ponerse en la siguiente, esa a la derecha o a la izquierda que está doblemente repleta de gente? Si, claro, se lo dices. Recibes una sonrisa y un meneo de cabeza [entrada en este blog "Metrónomo o péndulo invertido"] o una mirada fija seguida de ningún movimiento de cuerpo de su parte... La persona seguirá ahí, delante tuyo -o detrás-. Hasta que le toque el turno. Entonces le dirán, en su propio idioma, que está en la fila equivocada. Meneará la cabeza y se irá a otra fila, quizás a la de mujeres siendo hombre, pero ahí igual le venderán su billete.
Te toca el turno a ti y como turista te darán , hablándote en inglés y con simpatía, un formulario escrito de un lado en hindi, del otro -no te asustes!- en inglés. Un formulario largo por el que tendrás que abandonar tu lugar en la fila y una vez rellenado, volver a hacerla para entregarlo. Un mínimo de una hora es lo que necesitas en una estación de trenes para este trámite, contando el tiempo que te llevará optar por diferentes opciones si ya no hay más billetes del que habías elegido. Las preguntas en el formulario son similares a las que debes rellenar en un hotel en India: nombre y apellido, nacionalidad, dirección y país de residencia, sexo, edad, número de pasaporte, los datos de tu acompañante para que te toque una plaza a su lado, el tren que quieres tomar y el destino, la clase que prefieres y, en algunos formularios, también la ciudad que dejas atrás y la del destino, tu día de llegada y partida del país, compañia y número de vuelo. Te vas dando cuenta que la mayoría de los datos no los tienes en la memoria, necesitas tomar asiento -o suelo- y comenzar a revolver entre tus papeles. Vuelves a la fila y entregas el formulario con tus datos, que será revisado cuidadosamente -escribe en letra legible, lo contrario puede ser más pérdida de tiempo!-. Como recompensa y si hay plazas libres, recibirás el tan ansiado billete...
Si bien no puedes evitar los trámites burocráticos, deberías comprar tu pasaje al menos un día antes de tu partida. O dos, y estarás aún mas repuesto de todo el trajín.

Uno de los formularios a llenar.


Subir al tren.
Sobre todo en viajes largos y nocturnos, estarás con un poco de anticipación en el andén de la estación. Para tu sorpresa el tren llegará y partirá puntual, aún así cuando en cada estación importante deba permanecer 15 o 20 minutos. Es bueno saber de antemano que tendrás ese tiempo para tratar de localizar, primero, tu vagón. Los trenes son encreíblemente largos, piensa solo en la cantidad de habitantes que tiene el país y la cantidad de turistas que recibe cada año. La capacidad de los trenes es debidamente proporcional. Aún así, seguramente has visto en fotos y videos pasajeros colgados de las puertas de trenes diurnos y también en los techos. Eso no significa que no tienen su billete, es un modo de viajar. Volviendo a tu andén y encontrado tu vagón, que si sigues de suerte habrá en medio de la noche una pequeña luz que te permita leer, presta atención a los carteles -o tablones- escritos en cada extremo junto de las puertas: tu nombre y tu apellido, tu nacionalidad, tu sexo, tu edad y el número de asiento o litera que se te ha asignado. Si en la lista no te encuentras, corre hacia el otro extremo, que no serás el único turista cargado corriendo por los andenes ni mucho menos el único buscando su nombre, para asegurarte de que estás anotado.
Y de repente ya estás ahí, sentado en un duro aunque acolchado asiento, con luces bajas y aire acondicionado o ventiladores de techo, las ventanas con o sin vidrios pero enrejadas, una muchedumbre hablando en idiomas que desconoces, extranjeros y locales, olores, tierra o arena volando, conociendo gente, tratando de beber y comer algo -si no llevas nada pasará alguien ofreciendo comidas y tomará tu pedido o subirán al tren en las paradas largas vendedores ambulantes-. El equipaje lo habrás colocado debajo de la litera -lleva una cuerda con candado!- o si estás en la de arriba podrás colocarlo de "acompañante" y, después de haberte dado a conocer con otros turistas y de haber respondido un par de preguntas a los curiosos y amistosos indios, haber comido y bebido, llegará el tiempo de intentar dormir...

Billete de un tren diurno.

Detrás pone, entre otras cosas, las categorías de los trenes.


Conversando con gente del lugar.
Mi compañero de viaje y yo tomamos solo dos trenes diurnos. En el primero nos tocó sacar billete en second sitting, a falta de capacidad en otra clase. Asientos enfrentados con capacidad para una plaza cada uno. De madera. Ay, que no encontrábamos forma de acomodarnos! Ni usando parte de nuestra ropa como almohadón, nada pudimos mejorar. Pero disfrutamos de la compañía de una novia -o futura esposa- y su comitiva. Todos sus familiares iban con ella, felices, cantando y bailando en el tren. Llevaban una guitarra y nos invitaban a tocar palmas con ellos. Los vimos bajar en una pequeña estación sin andén y ahí estaban esperando el novio y su gran familia, cada uno de ellos colocaba a los recién llegados una corona de flores al cuello acompañados, en algunos casos, del tradicional saludo de respeto a los mayores: inclinándose y llevando la mano a los pies del otro y después al propio corazón. Este saludo es el charanasparsha: con el gesto de tocar la parte más impura del cuerpo, la que está en contacto con la suciedad, se demuestra reverencia y respeto.  Sería el primero de tres días de festejo, nos habían dicho.

En un segundo viaje diurno también compartimos asientos con otra familia. A saber: la abuela con dos nietos y una nieta, el menor de los tres con esposa y un bebé, el chiquito con sus ojos pintados con kohl, a modo de protección de los rayos solares y de enfermedades oculares. El mayor de los dos hombres, de unos 35 años, era orgulloso poseedor de un teléfono movil. La única persona con ese teléfono que vimos en India en el año 2000!
Durante el trayecto, de Jaipur a Jodhpur, fuimos intercambiando información. Sobre que la abuela, por ejemplo, llevaba puestas cadenas de oro por un total de 14 kilos de peso -asombrados ellos de que yo llevara anillos de plata. "La plata no vale nada, solo el oro da prestigio entre nosotros" (lo relataban con simpatía, no con vanidad). Nos contaron también que la abuela, por ser la mayor de la famila, era la que había elegido esposa a sus nietos y "sus elecciones fueron muy acertadas". El nieto joven y su esposa se veían realmente felices. "Mi hermana no consigue marido porque está gorda", reímos todos y ella misma aclaró "no encontré hasta ahora un hombre que me gustara". Era cierto que tenía un poco de sobrepeso para la media de la mujer india, pero por demás simpática y muy linda. Sacamos después la conclusión que está más obligado el hombre a casarse que la mujer, sobre todo si a ella la puede seguir sosteniendo su propia famila. Y la obligatoria pregunta a Gabriel,  dado por supuesto de su parte que si él y yo viajábamos juntos estaríamos casados, fue "y sus hijos?". La cara de desconcierto de los cinco al escuchar que no los teníamos, obligó a Gabriel a decir "todavía no..." Y todos tranquilos.
Ellos habitantes de una misma casa, más la esposa del mayor de los hermanos y dos hijos, nos contaron que cuando un hombre se casa se queda a vivir en el domicilio paterno con su esposa. La que se va de casa a vivir con sus suegros es la mujer recién casada, y es una de las razones por la que su familia deberá pagar una dote por ella, que será mantenida por su nueva famila política. "Divorcio?". Esta vez la pregunta fue nuestra. No, si con la convivencia no llega el amor, o llega y se va, las parejas seguirán viviendo juntas como dos amigos que tienen hijos en común.
Habíamos aprendido más de toda ese gente en diferentes viajes que todo lo que puede contarnos un libro. Una experiencia fantástica. Si vas a India, súbete a un tren...

En la 2S con nuestros compañeros de asiento en el tren, de Jaipur a Jodhpur, en noviembre de 2000.


martes

Viajando por libre en India en autobús (desde Agra).

Las formas más fáciles de viajar por India no las conocí, que serían en excursiones turísticas organizadas en autobús o en auto alquilado con chofer.
Bien, si puedes armarte de toda la paciencia del mundo decídite, como yo, a viajar por libre en tren y autobús. El lado bueno: es la única forma de mezclarte con nativos y conocer sus tradiciones y costumbres, ellos mismos son entusiastas viajeros en su propio país y siempre dispuestos a compartir una charla con el extranjero. La cultura también es eso, aprender de los demás, de su forma de vida, de su manera de pensar y aún cuando no compartas sus ideas, aprendes a respetar esa cultura. No rechaces un futuro interlocutor. Además de curiosos, los indios son buenos anfitriones y siempre tratarán de acercarce a ti por medio del diálogo -sin contar a los charlatanes, los que tratan de venderte alguna cosa o servicio, que aunque los ahuyentes no te los quitarás así nomás de encima-.

No es tan complicado hacerte de un billete de autobús como comprar un billete de tren porque los pasajes se pueden comprar en el momento y lugar de partida. Mi compañero de viaje y yo tomamos un tour de una hora de viaje (40 km. con paradas para las clásicas compras de artesanía local) a Fatehpur Sikri, ubicada al oeste de Agra. [Fatehpur Sikri, ciudad abandonada y maravilla de la arquitectura mogol que fue la capital del imperio de 1570 a 1586, abandonada súbitamente debido a la carencia de agua; la mayoría de los edificios se encuentra en muy buen estado y es una visita casi obligatoria si pasas por Agra.]

Fatehpur Sikri, en noviembre de 2000.

Fatehpur Sikri.


En la excursión íbamos nosotros dos y un matrimonio de jóvenes ingleses como únicos extranjeros. Los ingleses llevaban 9 meses de viaje alrededor del mundo y 2 semanas en India. Dos semanas sin dirigirse casi la palabra -y pensar que, justamente, la mal heredada burocracia inglesa es en India uno de los causantes de tantos malos momentos!-. Bastante normal para turistas en el país, eso de que logren ponerte de mal genio. Es que te hartas de tantas cosas mal hechas, mal organizadas, peor explicadas y acabas peleándote con quien tienes al lado, o sea tu compañero de viaje, ya sea tu esposo, pareja, tus padres, hijos, amigos. Por todo el país encontrábamos gente que nos contaba de la misma situación. Citando a Susanita de "Mafalda" de Quino: el problema de comunicación es no poder incomunicarse... Un día, en una estación de trenes perdida al oeste del país y cuando mis nervios estaban a punto de estallar tratando de conseguir un billete de tren, encontré a un español que me dijo muy claro: "tu por lo menos tienes con quien pelear, yo llevo tres semanas en el país sin poder desahogarme! No veo la hora de irme y encontrar un poco de paz".
Volviendo al tour en sí, que era más bien conducido que turístico, debes saber que tener un pasaje numerado en autobús no implica necesariamente que el asiento sea solo para ti. A mi compañero y a mi nos tocó un asiento de dos plazas, pero a los ingleses, ubicados al otro lado del pasillo y un par de filas delante, uno de tres plazas. Para malestar de la mujer, y además sin poder protestar -para los indios es la forma conocida de viajar y ante cualquier protesta responden con el conocido meneo de cabeza (entrada en este blog "Metrónomo o péndulo invertido")-, en la plaza libre a su lado se sentaron dos adultos y un niño, lo que obligó a los dos a dejar parte de su asiento para poder entrar los cinco en un lugar para tres.
Detrás nuestro y en los últimos asientos viajaba otro matrimonio. El hombre conversaba cada tanto con nosotros, ella no hablaba inglés y cuando preguntó, vergonzosa, algo a su marido, él le tradujo a Gabriel: "Mi esposa pregunta si podría, solo por un momento, probarse los anteojos de sol de su mujer; nunca se ha puesto unos y le gustaría saber como se vé a través de ellos...". Se los presté encantada, se los probó, una sonrisa salió desde el fondo de su alma y, siempre sonriendo, me los devolvió. Lamenté el momento en que había dejado otro par de pares en casa y no poder regalarle los que llevaba puestos...


El Taj Mahal, mausoleo construído entre 1631 y 1653 por orden del emperador Shah Jahan como homenaje de amor a su esposa Mumtaz Mahal, quien murió al dar a luz a su hijo número catorce.


El Taj Mahal, de mármol blanco con incrustaciones semipreciosas, cambia de color según las horas del día.


Uno de los minaretes del Taj Mahal y la mezquita.


Escrituras.


Incrustaciones de piedras semipreciosas.


El Taj Mahal desde lejos.


Una calle en Agra.


Nuestro segundo y último viaje en autobús tuvo su parte cómica -excepto para uno-. Un autobús de línea, de Agra a Jaipur, un viaje a partir del mediodía. Sin mucho confort pero con asientos reclinables, el conductor del lado derecho, se entraba por la única puerta a la izquierda. El equipaje iba acomodado afuera, sobre el techo. Otra vez solo nosotros dos y dos inglesas, madre e hija, como únicos turistas. Ellas sentadas a mi izquierda, pasillo de por medio, todos en la segunda fila. Los asientos no eran numerados pero los billetes se vendían por la misma cantidad de plazas sentadas. Me gusta sentarme del lado del pasillo, Gabriel iba del de la ventanilla. Antes de acomodarme comencé a haceme notar rociando nuestros asientos, forrados en tela, con un aerosol contra plagas e insectos; las inglesas reían pero me lo pidieron prestado.
Mientras el resto de los pasajeros se iba acomodando, me di cuenta que el asiento delante mío, todavía desocupado, estaba inclinado y al querer volverlo a su posición -porque apenas si me entraban las piernas-, noté que le faltaba la manija para poder moverlo. Me paré, busqué en mi mochila mi tan preciada navaja suiza y, ante el asombro de las inglesas, intenté desarmar la mía sin suerte. Necesitaba una manija para poder desbloquear el asiento de adelante, más de cinco horas de viaje me esperaban! Y se las pedí prestada a mis vecinas -después de todo ellas me habían pedido el insecticida-... Desarmando la manijita, miro hacia atrás y veo que el resto del autobús, ya casi completo y compuesto en su mayoría por mujeres, tenía sus ojos puestos en mí. Me denunciarían? Me apuré, la manija prestada la coloqué en el lugar de la faltante en el asiento reclinado, lo enderecé, volví a quitar la manija, la devolví usando una vez más la navaja y rapidito y en silencio me senté como si nada hubiera pasado. Gabriel para ese entonces tenía su rostro pegado a la ventanilla como si estuvieran a punto de llevarme presa por el fraude del siglo...
Faltaban un par de minutos para partir y se sentaron los dos últimos pasajeros en los dos únicos asientos libres: los de adelante. El autobús ya en marcha, el señor se dió cuenta de que su asiento estaba demasiado derecho e intentó por todos los medios de reclinarlo, con poco éxito. Parándose, volviéndose a sentar, haciendo fuerza hacia atrás con su espalda, protestando con gestos. Nada pudo lograr. Y de pronto se escuchó muy claro: las risas venían desde atrás y al darme la vuelta les ví haciéndome señas con el pulgar hacia arriba, una señora aplaudía en silencio, otra de muy atrás me saludaba con la mano, un señor tapaba su risa con la mano en la boca... Todos riendo en complicidad, excepto ese pobre señor del asiento de adelante...