sábado

India: lo que no te cuentan los libros ni la Wiki/ Parte 2: las buenas intenciones.

No se si se podrían llamar exactamente buenas intenciones, pero sí pequeños gestos que me hicieron pasar buenos momentos y que por eso mismo guardan un lugar especial en mi memoria. En cualquier otro lugar del mundo estas cosas hubieran pasado desapercibidas, o tal vez no las hubiera tenido en cuenta si no hubiese conocido también el "lado malo".

La otra cara de la India: New Delhi.


En mi entrada "Mumbai, la puerta de India", conté como en mi primer día en el país una familia me fotografiaba y después unos jóvenes querían fotografiarse conmigo. No hubo un solo día que no me sucediera lo mismo. Uno, dos y más veces al día encontraba gente que me pedía salir en sus fotos. Nunca he tenido tantos niños sentados en mi regazo ni bebés en los brazos -la mayoría llorando a los gritos por estar con una completa desconocida, aunque más no fuera que por el momento de la foto en sí-. Mi compañero de viaje llegó a proponer cobrar un precio por cada foto que me tomaran, en el caso de que nos faltara dinero (tenlo en cuanta si vas a India, nunca se sabe)...

Yo, como objeto de atención. En Puschkar, nov. 2000.


En Delhi, ya sola, visité el Raj Ghat, mausoleo del Mahatma Gandhi. El lugar es enorme, con jardines muy cuidados y de un aspecto tan agradable que me pareció una isla de paz en una ciudad de millones de habitantes. No llevaba más de 5 minutos en el lugar cuando un hombre me preguntó de dónde era. Dije Argentina y ahí mismo me "presentó" al resto de sus familiares: veinticinco en total, unos diez niños en el grupo. Eran turistas del Punjab, los hombres con turbantes negros, muy altos y de contextura grande en comparación con el resto de habitantes de India -cuanto más al sur más bajos y más oscuros de piel-. Gran parte de la visita estuve cruzándome con ellos, me saludaban y sonreían cada vez, gritaban "hello, argentina" cuando me veían desde otra punta del complejo, hasta que se les ocurrió la sesión fotográfica, que acepté con gusto. Primero pidieron a otro turista una foto grupal, con tres o cuatro cámaras. Le siguió una con los niños y yo sentada en medio. Otra solo de mujeres y la última me tocó con todos los señores... Para todo esto del otro lado de las cámaras o detrás de los "fotógrafos" se había acumulado público, como si yo fuera un famoso personaje y todos querían ver de quién se trataba... La verdad, que la pasé de maravillas. Además de simpáticos y amables, eran gentes con cultura y educación.

El mausoleo del Mahatma Gandhi en el viejo Delhi. La plataforma de mármol negro recuerda el lugar donde fué incinerado.

El Raj Ghat, monumento erigido al Mahatma Gandhi. 


No se por qué esa especie de fascinación por el turista extranjero, cosa que no me molestó en ningún momento. La última tarde en Jodhpur un hombre nos invitó a la boda de su hermano, entusiasmado con la idea de "el mejor regalo para él y su futura esposa sería tener invitados extranjeros en los festejos, que comienzan mañana". Lamentablemente dejábamos esa misma noche la ciudad, porque hubieses sido una oportunidad única y una experiencia inolvidable...

Una boda hindú en Mandore, el novio en primer plano.

La novia, de velo rosa.




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