domingo

India. Lo que duele ver: entrando a Delhi.

Mira bien al caminar... Estación de trenes de Varanasi.


Caminas y a la vez quieres mirar, que no es lo mismo que caminar y solamente ver. Unos pocos pasos y te das cuenta que si quieres caminar sin sorpresas ni accidentes, debes mirar el suelo. Sobre ese suelo lo encuentras todo. El suelo roto, y si es de tierra, poceado. Las vacas echadas, esqueléticas -comen periódicos, y cuando no están echadas debes tener cuidado porque si les pasas muy cerca, acercándote desde atrás, algunas reaccionan un poco "agresivas"- perros sarnosos, alguien sin piernas rodando sobre una tabla de madera con cuatro ruedas, excrementos, pequeños puentes sobre las canilizaciones pensados para las épocas del monsón...

Mira hacia abajo... En Varanasi.

Mira hacia los lados... En Varanasi.


Vas tratando de sortear todo y, si eres rápido, te dará tiempo para mirar un poco más arriba y admirar algún objeto o edificio que te ha llamado la atención. Si puedes, al pasar cerca de un autobús -y no te olvides que se conduce y camina por la izquierda!- o mejor dicho cuando éste te pase por al lado, mira más arriba y apura el paso tratando de esquivar los escupitazos. Escupir es endémico, y en India está prohibido hacerlo en lugares públicos. Y cómo se le prohíbe escupir a millones de habitantes?

Si las vacas aprendieran a caminar por la izquierda...
En Agra.



Tanto mirar al suelo, de pronto te das cuenta de los pies. La mayoría con sandalias, algunos descalzos. Pies sucios, todos. La tierra parece estar dentro de la piel (recuerdo que una vez vuelta a casa de mi viaje, necesité de unos cuatro días para que mis pies quedaran limpios; los dejaba en agua, los enjabonaba, los cepillaba hasta tres veces al día y seguían sucios, con esa tierra como pegada a la piel).
Mientras tanto en cualquier ciudad en India sigues caminando y mirando primero el suelo, te haces una visión para los próximos 5 o 6 metros y desvías la mirada sin cortar el paso. Si tuviste suerte nadie vino a tu alcance a venderte ni pedirte nada, ni siquiera a preguntarte de dónde vienes. Cuando quieras tomar una fotografía, asegúrate de estar parado en un lugar seguro mirando un poco a tu alrededor para calcular que nadie te pasará por encima.

Muy de mañana en Jaipur, cuando todavía las calles están semivacías. Aún así, mira el suelo al caminar...



Camina con cuidado porque, siempre mirando al suelo, te encontrarás con un pequeño mercado local donde las vendedoras y su mercadería están ahí donde menos los esperabas, junto a una cabra echada -estará a la venta?-. O un Sadhu, un hombre santo, sentado en clásica posición de yoga.

Mercado improvisado en Jodhpur.



En cada ciudad, en cada pueblo, en cada esquina y en todo rincón encuentras algo en el suelo, algo que se supone no debería estar ahí -o al menos no en el país donde tu vives-.
Para poder admirar el lugar donde estás, súbete a un rickshaw, a pedales o a motor, no te olvides taparte la boca con un pañuelo por la alta contaminación y disfruta, finalmente, de lo que tienes delante de tus ojos.
Ver eso que no quieres y mirar porque no lo puedes creer... Llegando a Delhi en tren, ciudad de unos 14 millones de habitantes registrados, o 16 millones, más unos 2 millones sin registrar -nadie lo sabe con seguridad-, la entrada a la ciudad la recorre el tren lentamente, muy lentamente. A los costados de las vías, alejadas unos pocos metros, cientos de viviendas de ladrillos de no más de 2 metros por 2, una entrada sin puerta, una cortina o cartón en su lugar. Y el ritual de la mañana: los habitantes de esas viviendas, en cuclillas y de espaldas a los trenes, defecando unos a pocos metros de los otros. Hombres, mujeres, niños. Están ahí, los ves medio desnudos, ves lo que están haciendo. Unos 20 minutos dura la entrada a Delhi a muy baja velocidad, y a la derecha o a la izquierda, no tienes otra visión. No apta para estómagos delicados. Si por un instante te preguntas el por qué: no tienen otro lugar dónde hacerlo, no hay agua potable ni sanitarios. Esas viviendas de ladrillos encimados son su única poseción.

No permitas que los hermosos colores del Rajasthan te distraigan; aquí en Pushkar, mira el suelo y a los lados.

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