miércoles

Errores, distracciones y algo más...


  • Esas distracciones que pueden llevarnos a un disgusto o a un buen susto... Vuelo Buenos Aires-Nueva York con transbordo en Miami (septiembre de 1990). Bajo del avión en Miami y, siguiendo al montón, veo caminar delante mío a una cara conocida. Es o no es? Fuí apurando el paso -de curiosa- hasta que lo tuve en la fila de al lado: Palito Ortega, por aquellos años viviendo en Miami. Y en mi mismo vuelo! Cuando quise darme cuenta me encontré a un hombre de aduanas pidiéndome el pasaporte. Pasaporte en transfer? Y ahí estaba yo, esperando un próximo vuelo a Nueva York porque había perdido el mío... Y en Nueva York Lilia y Maiumi esperándome en el aeropuerto. Moraleja: nunca sigas a una estrella... -a menos, claro, que se trate de Brad Pitt o Justin Bieber o Sofía Loren o Miranda Kerr, dependiendo siempre de tus gustos y tu edad-.



  • Segunda pérdida, todavía en USA. Conocimos otras dos argentinas en el albergue, con una de ellas coincidíamos las dos en el vuelo a Madrid. Nos retrasamos un poco en la ciudad, recogimos el equipaje en el albergue y con el tiempo justo nos subimos a un taxi al que tuvimos que pagarle extra para que nos dejara a horario en el aeropuerto. Diez minutos antes del vuelo llegamos al check-in y nos dicen que solamente yo podía subir porque mi mochila podría pasar como equipaje de mano, su enorme maleta no. Lloriqueos, nadie me espera del otro lado del océano, me quedo también. Y a dormir en el aeropuerto!



  • Primer viaje con el Eurail Pass, de Madrid a Roma. Me tenía que encontrar con Nancy, que había partido un mes antes que yo y ya estaba viviendo en la ciudad eterna (y tenía un bolso con mi ropa de invierno, gracias Nancy!). El tren con transbordos, uno de ellos al cruzar a Francia (me equivoqué de compartimiento y, ya que por ser mayor de 26 debía viajar en primera clase, me dí cuenta cuando llevaba un buen rato sentada, mejor dicho apilada con unos franceses). Se retrasó bastante antes de llegar a destino y fué así cuando aparecí en una ciudad totalmente desconocida a las 11 de la noche. Sabía que el albergue a esa hora estaba cerrado e intenté buscar alojamiento barato por los alrededores. En el único hostel que había una habitación con una cama libre debía compartirla con el hombre de la recepción (!). A dormir a la estación de Roma Termini! Jamás me había sentido tan sola y con miedo -un poco ayudó la proposición del recepcionista-. Llamé a una amiga a Buenos Aires para buscar un poco de consuelo y después me senté a esperar que pasara la noche. Más asustada todavía porque cada tanto aparecían guardias a pedirme que cuidara mis cosas. Pasé la noche hablando con un siciliano que esperaba su tren y fué lo que me distrajo del mal rato pasado.




  • Otra distracción, otro susto: noviembre de 1990, esperando un tren que me llevaría de Bruselas a Múnich (donde ya trabajaba y vivía en un restaurant italiano). Esperando en el andén, el tren para delante mío, tiene un cartel que nombra otra ciudad. Era mi horario pero no mi destino. Comienza a andar y voy leyendo los vagones de atrás: Múnich. Se dividía en alguna parte y me lo acababa de perder. No sabía si comenzar a correr o gritar o llorar y a llamarme estúpida... Se acababa de ir mi tren, pasándome por las narices mientras seguía sentada esperándolo! Tomé el próximo un par de horas más tarde sabiendo que al llegar ya no tendría medios de transporte públicos (tuve que llamar al restaurant y uno de los italianos que también vivía ahí me dijo que tomara un taxi, que él lo pagaría al llegar -ya no tenía dinero encima!-)




  • Algo que no llegó a ser un disgusto: junio de 2003 en el aeropuerto de Ciudad del Cabo y despidiéndome de mi tío Mario, que vive allí. Último llamado para el check in, lo hago, y ya de camino a salir para subir al avión, veo en el Freeshop un pequeño avestruz de paño. Me enamoré! Entré, miré de todo un poco, tenía ya dos en la mano para pagar y escucho por los parlantes mi nombre! Me llevó todavía un par de minutos pagar y salí corriendo. En el mostrador ya no había más que un hombre que me indicó que lo siguiera, subimos a un auto y me llevó hasta la escalerita del avión... Vergonzozo!

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