sábado

Primer gran viaje y 23 años después.

Me quedé muda. Sin voz. Tres días antes de mi gran viaje perdí el habla. Se me podía entender con dificultad y siempre y cuando se estuviera a mi lado. Cruzé media ciudad para que la por entonces mi mejor amiga me ayudara con un par de llamados telefónicos. Fueron demasiadas cosas en los últimos tres meses: tramitando documentos -que me habían robado- y pasaporte, pasajes y visas, deshaciéndome de toda una casa, dejar a los gatos y a Samuel -mi cocker- con amigos, despidiéndome de los más queridos, aprendiendo idiomas, armando recorridos. Me iba con un pasaje aéreo abierto por un año, un Eurail Pass, muy poco dinero, mucha inseguridad y con la decisión, la esperanza!, de no tener que volver a vivir en Argentina -sin un gran motivo, sólo ganas-.
Hay quien se descompone antes de un viaje, quien pasa días sin dormir o sufre de dolores de cabeza. Iba a pasar una semana en Nueva York antes de cruzar el Atlántico para llegar a Europa y perdí el habla. La recuperé totalmente el mismo día de mi partida. Nervios de novata?

Viernes 3 de enero de 2014. Estoy en mi pequeño departamento alquilado en Múnich, invierno europeo, cerca de las 6 de la tarde -noche, en realidad- y limpiando un poco. Me siento un momento en el sofá con la tablet en la mano y un pensamiento: el lunes 6 es feriado, tengo tres días libres, mis vecinos de al lado dan una fiesta mañana sábado a la que estoy invitada y no quiero asistir... Internet ayuda, busco un vuelo barato. Al mismo tiempo Karina por whatsapp "Qué estás haciendo?". Me quiero ir... "A dónde?". No sé, estoy buscando. "Qué?". Ciudad europea. Ella vá tirando ideas: París, Praga, Londres -muy caro y mal tiempo, lástima-, Amsterdam...
Sábado 4 de enero. Salgo de casa pasadas las 7 de la mañana. Poca ropa, cosméticos, un sólo par de zapatos -puestos-. En el aeropuerto me doy cuenta que no tengo dinero encima y busco un cajero automático. Compro un librito de viaje del lugar de destino y al mediodía estoy en Milán (la última vez en la ciudad fué a fines de 2001, con mi tía y mi prima).

Así de rápido, así de simple, en pocos minutos un pasaje aéreo electrónico imprimido en casa, una reserva de hotel. Y todo, claro, sin el más mínimo síntoma de ansiedad. Sin perder el habla. 23 años y 40 países después de aquel primer gran viaje...

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